A veces, en mayor número de lo que pudiera creerse, salen a la luz algunos objetos que en absoluto se ajustan al estrato temporal en el que fueron hallados. Sin embargo, las diversas pruebas a los que han sido sometidos, no dejan lugar a dudas sobre la antigüedad de dichos artefactos. Pero esa ubicación cronológica es ilógica cuando no imposible, según la explicación del devenir histórico que hemos aceptado. A pesar de ello los objetos se muestran tozudos, -hay catalogados más de 4000- y constituyen uno de los enigmas más desconcertantes de nuestro mundo.
Huellas de pisadas de Utah
Iniciaremos un somero repaso a algunos de estos objetos imposibles rastreando ciertas huellas curiosas. En 1968, un coleccionista de trilobites, -artrópodo marino fósil del paleozoico-, halló en Utah la huella fosilizada de un zapato o sandalia (había marcas de cordones o costuras en la suela). En esa pisada también había trilobites incrustados, lo que indica que se depositaron allí tras la impresión de la huella, o bien que estaban adheridos a la sandalia. El problema es que los trilobites se extinguieron hace 300 millones de años. Y no es la única, entre otras han aparecido el rastro de unos pies en Kentucky, con una antigüedad de 300 millones también u otra marca de zapato en Nevada, de 225 millones de años.
El objeto más antiguo conocido hasta la fecha se halló en el interior de una mina de Sudáfrica, en un estrato de roca de 2800 millones de años de antigüedad. Se trata de una esfera metálica con tres líneas o ranuras artificiales de un trazado perfecto. Aunque hubo numerosos testigos de su descubrimiento y se realizaron todo tipo de pruebas científicas no se pudo ofrecer ninguna explicación convincente de su presencia allí. Sin embargo, aunque irrefutable, no ha tenido la más mínima repercusión, como la mayor parte de estos extraños objetos. [Hay una veintena de objetos metálicos hallados en estratos pertenecientes al Jurásico y al Precámbrico como bolas, cajas, clavos, etc. ]
Existe otra esfera muy peculiar hallada en Ucrania en 1975, en el interior de un cantera de arcilla (datación: 10 millones de años aprox.). Es una bola ovoide negra de casi 9 cm. de diámetro. Al hallarla el trabajador la golpeó accidentalmente y le hizo una pequeña lasca con lo que se pudo ver el interior, semejante a cristal. Los científicos soviéticos confirmaron la antigüedad y, tras una radiografía, comprobaron que el núcleo poseía una densidad menor que cero, es decir, se trataba de una masa negativa, lo que les llevó a plantear la atrevida hipótesis de que el artefacto consistiera en un depósito de antimateria, empleado como fuente de energía.
En 1881 se encontró una moneda de 200-400 mil años de antigüedad. Del período interglacial. Se halló en estratos planos, con lo que queda descartada la posibilidad de un terremoto. En la moneda había inscripciones en un idioma desconocido y figuras humanas.
La lente de Layard
A pesar de estar expuestas en diversas colecciones arqueológicas y de referencias en textos antiguos que las mencionaban, las numerosas lentes ópticas que se han descubierto no han tenido apenas resonancia y, en muchas ocasiones, se las catalogaba como espejos o simples abalorios. Aunque hay muchísimos ejemplos, quizás sea la llamada lente de Layard la más conocida. La encontró Henry Layard en Irak en 1849 en unas excavaciones de un yacimiento de la época del rey de Asiria Sargón II (s. VII a.C.) . Se trata de un objeto elipsoide de cristal de roca, con un grosor medio de 5 mm.; una lente plano-convexa tallada siguiendo una forma anular, que actualmente se utiliza para corregir el astigmatismo. Tiene el tamaño de la órbita ocular e incluso coincide con las medidas de ciertas lentes modelo.
El "rejoj" de Antikithera
En el año 1900 se descubrió un antiguo barco procedente de la isla griega de Antikithera que había naufragado en las costas del mar Egeo alrededor del año 65 a.C. Lo insólito es que entre los restos del cargamento se halló una extraña maquinaria de precisión, que posteriores estudios identificarían con una especie de reloj astronómico, de todo punto imposible para el nivel tecnológico de aquella época.
Losa de Bashkir
Uno de los hallazgos más recientes de este tipo de objetos se produjo en 1999 en la región de Bashkir, en los Urales. Se trata de una losa de piedra de gran tamaño, -1’40 x 1’05 aprox. y de una tonelada de peso-, que tiene inscripciones en un alfabeto jeroglífico desconocido y, sobre todo, un gigantesco y preciso mapa tridimensional de la región dibujado en la roca. Diferentes pruebas realizadas constataron que el mapa fue ejecutado con tecnología de precisión, y la piedra ha sido datada en 120 millones de años de antigüedad.
Ya se ha dicho que existen muchos otros ejemplos, algunos más dudosos o abiertos a interpretaciones plausibles, pero sin duda en su mayor parte dejan tras de si un cierto escalofrío…
Tras la llamada Guerra de Nube Roja [Mahpiua Luta], -una de las campañas de rapiña que emprendió el gobierno de los Estados Unidos contra los nativos americanos-, en 1868 se firmó el Tratado de Fort Laramie que significó el abandono de la pista Bozeman, -ruta usada por los blancos para atravesar las tierras indias-, la clausura de algunos fuertes y la definición de las fronteras de una gran reserva Sioux en la que estaban incluidas las Pa Sapa [Colinas Negras], región sagrada para los lakota. A pesar de ello el gobierno patrocinó expediciones a aquella región en 1874 y 1875 para investigar posibles yacimientos de oro, motivado en gran parte por rumores infundados. En el otoño de ese último año, el gobierno estadounidense exigió a los indios que le permitieran extraer el supuesto oro de las Colinas Negras o de lo contrario se las arrebatarían por la fuerza. Aunque ya para entonces una riada de wasichus, -hombres blancos-, comenzaba a invadir la zona estableciendo colonias y usurpando las tierras de los indios una vez más.
Varios grupos de sioux y cheyennes, encabezados por Toro Sentado [Tatanka Yotanka], abandonaron la reserva congregándose en torno a la región del río Powder en el actual estado de Montana. Así, en febrero de 1876, los Estados Unidos entablaron una nueva guerra para intentar devolverles a las reservas.
El general Philip Sheridan, -máximo responsable militar de la zona-, concibió un plan para someter a los indios. Desde diferentes fuertes partirían tres columnas que concurrirían al área donde se refugiaban los indios libres. El general de brigada Alfred H. Terry partiría de Fort Lincoln, al este, en dirección a la desembocadura del Powder, con un destacamento de unos 900 hombres. Otros tantos soldados componían la unidad del general George Crook, que marcharía al norte, hacia los ríos Rosebud y Little Bighorn, desde el sureño Fort Fetterman. Por último, un tercer regimiento de 400 hombres comandado por el coronel John Gibbon avanzaría desde Fort Ellis en el oeste hacia el río Yellowstone y al este de la desembocadura del Little Bighorn.
Bajo las órdenes de Terry, que partió el 17 de mayo, se encontraba también el célebre general George Armstrong Custer, al que le otorgaron el mando del 7º de Caballería con el rango de teniente coronel.
Mientras tanto, ese mismo mes el grupo de Caballo Loco [Tashunka Witko], uno de los más carismáticos e ilustres jefes de guerra oglalas, había trasladado su campamento al río Rosebud. A primeros de junio, algunas partidas de exploradores habían descubierto el avance de un gran número de casacas azules. Eran las tropas del general Crook que acamparían en las cercanías del Rosebud. En la mañana del 17 de junio, Caballo Loco se puso al frente de 700 guerreros y atacó de improviso el campamento de Crook.
Más de seis horas duraría esta batalla, en la que Caballo Loco no dejó de hostigar a los wasichus, ya que no tenía que preocuparse de la protección de las mujeres y niños, acampados a unos treinta kilómetros de allí. Al fin los indios derrotaron al destacamento de Crook, causándole unos 100 muertos, muchos heridos y gran pérdida de munición, por lo que el general decidió retirarse a Fort Fetterman. Así quedaba roto por una de sus tres patas el proyectado plan de Sheridan.
Caballo Loco prefirió no perseguir a Crook y a los pocos días levantó su campamento para unirse definitivamente a la gran concentración de indios que se habían instalado a lo largo de casi cinco kilómetros de orilla del Hierba Grasa, como llamaban al Little Bighorn. Allí se habían reunido 10.000 indios, aunque sólo unos 4.000 de ellos eran guerreros. Desde el punto más distante río arriba, hacia el sur, se distinguían los tipis de los hunkpapas de Toro Sentado, Rey Cuervo y Gall [Pizi], seguidos de los recién llegados oglalas de Caballo Loco, los minneconjous de Toro Veloz, Águila Moteada y sus sans arcs, los shyelas [cheyennes] de Cuchillo Embotado y Dos Lunas, y por último en el extremo norte Inkpaduta con los santees y yanktonais. Hacia el este del imponente campamento se encontraba el río Hierba Grasa, bastante crecido a causa del deshielo, con árboles en sus riberas y rodeado por numerosas colinas y riscos escarpados. En el costado oeste los guerreros apacentaban las manadas de los incontables caballos.
El 21 de junio se celebró una junta de oficiales a bordo del vapor “Far West”, tras recibir informes de los exploradores crow que habían situado el lugar aproximado adonde se habían dirigido los indios libres. Sin noticias de Crook, allí se decidió que Gibbon mantuviera su avance por el Yellowstone y luego se desviara hacia el sur por el río Big Horn, para por fin ir a parar al norte del valle del Little Bighorn. Custer y el 7º de Caballería, unos 600 hombres, irían desde el sur por el Rosebud río arriba, lo cruzarían y seguirían el Little Bighorn. Por su parte, el general Terry marcharía hacia el este también por el Yellowstone hasta encontrarse con Gibbon y más adelante confluirían con el regimiento de Custer al noroeste del Little Bighorn.
Esperaban atrapar a los indios entre las dos columnas en el área de este último río, estimando que habría la mitad de guerreros de los que en realidad se habían reunido. En la reunión, Custer rechazó el ofrecimiento de llevar un cañón Gatling aduciendo que ralentizaría su marcha y tampoco aceptó cuatro compañías del 2º de Caballería porque afirmó que el 7º se podría bastar solo. La ambición personal era una de las principales motivaciones de la alta oficialidad y de hecho Custer pretendía lograr un triunfo glorioso para optar a la presidencia de la nación por el partido demócrata, cuya elección de candidatos estaba muy próxima. Y el general Terry optó por encontrarse primero con Gibbon porque pensó que sería éste quién hallaría a los indios.
El 24 de junio los exploradores de Custer atisbaron varias partidas de cazadores indios que cruzaban el valle del Little Bighorn. Custer envió a sus crows para reconocer las montañas entre el Rosebud y el Bighorn, donde creía que acampaban las bandas de guerreros alzados. Los exploradores presumían que los indios también habrían descubierto al regimiento, aunque les sorprendió que en aquella ocasión no escaparan precipitadamente como era lo usual cuando tropezaban con un destacamento numeroso Acertaban en que los hombres de Caballo Loco y Toro Sentado habían visto acercarse al grupo de Pahuska, [cabellos largos] y pretendían atraerle al valle para presentarle batalla allí con todos sus bravos.
Con las tropas debilitadas porque Custer había decidido no descansar por miedo a que huyeran los indios, el día 25 por la mañana el 7º de Caballería llegaba a las estribaciones de los montes que circundaban el valle del Little Bighorn. Desde ese amanecer sus exploradores y él mismo habían visto desde la cima la magnitud del campamento indio. A pesar de las advertencias de sus exploradores, como el mestizo Mitch Bouyer, y su favorito, el arikara Cuchillo Sangriento, Custer, minusvalorando a sus enemigos, decidió comenzar el ataque sin aguardar más en busca de su gloria. Al conocer sus planes, Cara Media Amarilla, otro explorador, le advirtió que si descendían al valle todos regresarían a sus casas por un camino distinto, pero todo fue en vano Al mediodía Custer decidió dividir el regimiento en tres batallones: envió al capitán Frederik Benteen con tres escuadrones, -unos 113 hombres-, hacia el sudoeste para cerrar el valle superior del río y evitar así una posible fuga; el mayor Marcus Reno, con otras tres compañías, -alrededor de 131 hombres-, debía iniciar el ataque al campamento desde el sur y estar atento a los movimientos de Custer, quien con cinco escuadrones,-unos 215 hombres-, seguiría la línea de colinas y atacaría desde norte. Así había obrado ya en 1868 en la masacre de Washita , asaltando el poblado simultáneamente por distintos frentes para conseguir la máxima confusión. Pero esta vez sus contendientes no iban a ser tan sólo mujeres y niños….
A las tres y cuarto el mayor Reno atravesó el río y comenzó el ataque desde el sur del campamento, en la zona donde estaban instalados los hunkpapas. Allí muchos indios se estaban bañando en el río, cuando vieron aproximarse una gran polvareda. A unos cuatrocientos metros los hombres de Reno abrieron fuego, mientras todos corrían asustados. En esta primera descarga cayeron muertos las dos esposas y los tres pequeños de Gall, el gran guerrero hunkpapa. En esos momentos todo era muy confuso y los indios trataron de refugiarse en un sotillo al otro lado del campamento pero, precisamente Gall, (encolerizado por la pérdida de su familia), arengó a sus bravos y les hizo regresar para enfrentarse a la acometida de los casacas azules. Al poco llegó también Caballo Loco que había dispuesto a sus hombres para enfrentarse a Custer pero se había visto sorprendido por el ataque de Reno.
Reno ordenó desmontar para disponerse en una línea defensiva y disparar contra los indios que les atacaban, pero tras un cuarto de hora el destacamento se vio rodeado por los indios y tuvieron que retroceder hacia unos álamos que había al borde del río. De pronto una bala alcanzó en la cabeza a Cuchillo Sangriento, que estaba junto a Reno, y los restos de cerebro salpicaron al mayor. Vencido por el pánico, Reno ordenó volver a montar y retirarse hacia los elevados riscos del otro lado del río para resguardarse mejor allí, aunque lo hizo sin asegurarse siquiera de que todos le hubieran escuchado, lo que originó una gran confusión entre la tropa y que el repliegue hacia el río fuera muy desordenado. Allí perdería a 40 de sus hombres.
Mientras tanto, Custer seguía el cauce del río hacia el norte atravesando las últimas cimas que le separaban del campamento. Había previsto que los guerreros estuvieran ocupados con Reno para luego caerles él por sorpresa. Desde las colinas observó la apurada situación de Reno pero lo escarpado del terreno le impedía hallar un paso por el que atacar y desahogar un poco al mayor.
Cuando Custer consiguió encontrar por fin un paso, mandó descender a un par de compañías como avanzadilla, mientras él continuaba por las colinas hasta atacar el extremo norte del poblado. Pero de los indios que hostigaban a Reno se segregaron dos importantes columnas: una comandada por Gall que se marchó directamente a auxiliar a los santees frente a la nueva amenaza y la otra encabezada por Caballo Loco, que prefirió mantenerse al otro lado del campamento, sin cruzar el río, siguiendo los movimientos de Custer.
Al poco tiempo de alcanzar los hombres de Reno los riscos se les uniría Benteen, tras no hallar a los esperados rupos de indios fugitivos y recibir angustiosos mensajes de Custer para que enviara sin demora en busca en busca de la caravana de pertrechos y municiones. Cuando se oyeron los disparos procedentes de la lucha que ya se libraba río abajo, al otro extremo del campamento, un capitán, -por propia iniciativa-, comenzó a bajar con su compañía hacia el río con la intención de ayudar a los hombres de Custer. Creyendo que tenía permiso para avanzar, los capitanes de otras cuatro compañías le siguieron, pero apenas pudieron progresar y de nuevo tuvieron que replegarse en desorden, aunque esta vez el capitán Godfrey, al frente de su compañía, tuvo la suficiente lucidez de cubrir la retirada. Custer se tuvo que enfrentar a una ingente cantidad de guerreros al mando de Gall, Hombre Blanco Domado, Toro Veloz y otros que habían cruzado el río y repelieron la carga de su avanzadilla, que se vio acosada con un tremendo ímpetu por las fuerzas indias hasta verse obligada a integrarse de nuevo en el grupo principal.
Desde entonces Custer ya no tuvo más remedio que actuar a la defensiva y, cuando en pocos minutos la compañía que mandaba su cuñado James Calhoun quedó aniquilada por los guerreros de Rey Cuervo (tal vez en un intento de aguardar las municiones de Benteen), debió pensar que ya no luchaba por la gloria sino únicamente para mantener la vida.
Como los hunkpapa de Gall les presionaban con fuerza, Custer ordenó al centenar de hombres que le quedaban dirigirse en ala hacia un cerro cercano para parapetarse en la cima, -unos 60 metros-, a la espera de Benteen o incluso Gibbon y Terry, que no deberían tardar mucho en llegar. Todos los hunkpapas, cheyennes y demás indios persiguieron enfervorizados a los wasichus. Todos excepto los oglalas de Caballo Loco oglalas y los cheyennes de Dos Lunas que marchaban a toda velocidad corriente abajo….
Custer ya casi había llegado a lo alto de la loma, desde donde esperaba que sus hombres pudieran resistir el acoso con ayuda de sus buenas carabinas Sprinfield. Pero entonces apareció en la cima un guerrero adornado con una sola pluma de halcón y un rayo amarillo en la mejilla por toda pintura. Era Caballo Loco, que de manera vertiginosa había cruzado el río para cortarle por el flanco y rodearle en una pinza mortal. Enseguida se le unió Dos Lunas y el resto de sus guerreros.
Custer se detuvo, al igual que sus perseguidores, y un silencio sepulcral se instaló durante unos instantes en el campo de batalla. Los contendientes se miraban a los ojos con la respiración entrecortada. Ese era un buen día para morir: “¡Hoka hey!”, -gritó Caballo Loco alzando su Winchester.
Los guerreros cayeron como un huracán desatado sobre los hombres de Custer. Por detrás arreciaban los hunkpapa de Gall, Rey Cuervo y otros, y desde la cima los oglala y los cheyennes, les atacaban una y otra vez como un furioso enjambre de abejas. Con la arremetida, el regimiento de casacas azules quedó dividido en tres partes, mientras los indios empezaron a galopar en círculo sobre ellos, -a veces uno doble en sentidos contrapuestos-.En oleadas incesantes, los indios cargaban, disparaban y retrocedían alrededor de cada grupo estrechando cada vez más el cerco. Todo era un tronar de gritos, disparos, alaridos, flechas y redoble de cascos en medio de cegadoras nubes de polvo y humo.
Caballo Loco, vestido como acostumbraba sólo con taparrabos y polainas, animaba a sus hombres para acabar con los wasichus y, como siempre, cabalgaba muy cerca de sus enemigos, que le disparaban sin cesar pero sin acierto. Los soldados habían desmontado al verse rodeados, aunque intentaban permanecer junto a los caballos por si se les presentaba la ocasión de huir, pero finalmente Custer ordenó a sus hombres disparar a los caballos y apilarlos para formar un reparo donde guarecerse en un vano propósito de resistencia.
Una cantidad importante de soldados, unos 40 hombres si bien en grupos aislados, pretendieron escapar hacia el río pero fueron rodeados igual y aniquilados, aunque varios arrojaran las armas y pidieran clemencia a los guerreros.
En medio de la lucha Custer, siempre de pie, intentaba organizar con entereza a su diezmada tropa. Muchos habían caído ya, otros luchaban malheridos y algunos se volaban la cabeza o remataban al compañero moribundo antes de suicidarse.
Al final, después de cinco acometidas, la mayor parte de los guerreros indios se preparó para un ataque frontal. En esos últimos momentos Custer, vestido como un trampero aunque con sus cabellos recortados, permanecía erguido solamente acompañado por cuatro soldados heridos de gravedad. Parecía observar curiosamente a los enemigos que le rodeaban. Cuando los indios cargaron, Custer disparó una postrera bala sobre un guerrero mientras reía salvaje al encuentro con la muerte. Un par de días más tarde se hallaría su cuerpo totalmente desnudo pero con la cabellera intacta y sin mutilar. Tenía dos heridas mortales, una en la sien y otra en el pecho.
Una vez que habían derrotado a Custer, los indios se concentraron en el asedio a Reno. Hasta el anochecer estuvieron disparando, desde una posición más elevada, sobre los casacas azules. Durante la noche los soldados excavaron trincheras y colocaron a modo de parapeto los animales muertos, cajas, sillas y otros bagajes. El 26 de junio los indios iniciaron el ataque hacia las dos y media de la mañana, aunque Benteen contraatacaría al ver que un gran número de indios escalaba la colina para asaltarlos. La arriesgada carga sorprendió a los indios y de este modo los soldados tuvieron acceso al agua del río con lo que pudieron calmar la sed. A última hora de ese día vieron que los indios levantaban apresuradamente el campamento. Habían consumido casi toda la munición y se acercaban las columnas de Terry y Gibbon, que llegarían al día siguiente para calibrar la mayor derrota sufrida nunca por el ejército de los Estados Unidos en la guerra contra los indios de las praderas. Aunque esta gran victoria significaría el principio del fin de la vida tal y como la habían conocido los triunfadores.
Resultaron muertos 210 hombres del grupo de Custer, -morirían también sus dos hermanos, su cuñado y un sobrino-, y 53 del grupo de Reno, más otros tantos heridos. Las cifras de bajas entre los indios no están claras pero se piensa que perderían entre 40 y 100 guerreros.
A mediados del siglo diecinueve era habitual que se exhibieran en los circos a personas que, la mayoría por nacimiento, sufrían algún tipo de malformación física. Aunque en los espectáculos de circos como Barnum, Ringling, etc., se les mostraba como monstruos de feria(sideshows), lo más triste es que muchos de ellos, -a pesar de las condiciones aberrantes en que vivían y de la explotación de que eran objeto-, preferían ese modo de vida a integrarse en una sociedad que les despreciaba, y en la que la mayoría había sufrido infancias terribles. Incluso algunos pocos llegaron a hacer fortuna gracias a sus actuaciones en público. Por ejemplo en Estados Unidos, entre 1840 y 1940, la exhibición de personas con anomalías físicas, mentales o de comportamiento era algo cotidiano y aceptado. Afortunadamente, en la actualidad los avances médicos permiten corregir muchas de estas malformaciones físicas y se considera denigrante la exhibición injuriosa de las mismas. A continuación trazaré un breve repaso biográfico de los más célebres de estos freaks, como eran conocidos.
Los gemelos Chang y Eng, nacidos en Siam, la actual Tailandia, dieron nombre a los que nacen unidos por alguna parte del cuerpo. Ellos lo estaban por el estómago. Fueron descubiertos por un capitán británico sin escrúpulos, que les compró a su madre para exhibirlos en ferias ambulantes, en las que entusiasmaban a la audiencia y llegaron a hacerse muy populares. Más tarde trabajarían para el famoso P. T. Barnum, realizando varias giras mundiales. Así lograron llevar una vida relativamente normal, prosperaron gracias a los beneficios de sus actuaciones, -llegaron a formar una sociedad con Barnum-, y se casaron en 1843 con dos hermanas (Adelaide y Sarah Yates), con las que tuvieron diez y doce hijos. En 1874, a los 73 años, murió Chang de una bronquitis, y a los pocos minutos moriría también su hermano Eng, que aterrado de ver a su hermano fallecido, agonizó compartiendo su mismo lecho.
Las hermanas Hilton
Unidas por la cadera, a las inglesas Violet y Daisy Hilton las rechazó su madre en la cuna y fueron adoptadas por quien las daría su apellido, Mrs. Mary Hilton. Esta dama haría una gran fortuna exhibiéndolas a principios de siglo en circos y salas de fiesta de Europa y más tarde en Texas.
Estas siamesas fueron probablemente las freaks mejor pagadas del mundo del espectáculo, llegando a recaudar más de 6000 dólares -de entonces- en una semana. Pero dilapidaron sus ganancias en parte debido a la agitada vida sentimental que llevaron, ya que muchos de sus amantes tenían demasiado interés por su dinero. No tenían demasiados complejos y, por ejemplo, respecto al siempre morboso tema del sexo compartido a la fuerza, ellas comentaban que podían aislarse mentalmente, así que mientras una disfrutaba de la velada amorosa, la otra estaría a lo suyo con sus pensamientos. Parece que las dos eran bastante promiscuas y a menudo les divertía acostarse con el mismo hombre.
Cuando tenían 24 años participaron en la película Freaks (1931), donde fueron las únicas, junto a los enanos, a las que se les permitía el acceso al comedor principal. Tras esta película, filmarían Chained for life (1950) y su secuela, Torned by a knife. Al final una de sus giras resultó un fracaso y tuvieron que quedarse en Charlotte trabajando en una tienda de ultramarinos. En esa ciudad de North Caroline fallecerían de una gripe.
Johnny Eck
Johnny Eck, “el hombre mitad”, fue uno de los más conocidos protagonistas de Freaks. Nació sin las extremidades inferiores en Baltimore en 1911. Al año de edad aprendió a caminar con los brazos y luego se dedicaría a pintar carteles. Se uniría al circo cuando acudió a una función del mago John McAslan, en diciembre de 1923. El mago quedaría pasmado al ver a Johnny y le hizo grandes promesas para que se uniera a él. Como era de esperar lo prometido quedó en muy poco e incluso el mago se aprovechó de la buena voluntad de la familia al hacer que firmaran un contrato fraudulento, para asegurarse por varios años el concurso de Johnny Eck. Él y su hermano gemelo Robert, -que sí tenía piernas-, popularizaron un truco en donde McAslan cortaba por la mitad a Robert y luego aparecía Johnny caminando con las manos tras un enano que corría por el escenario simulando ser las piernas.
Johnny Eck, además de brillante gimnasta, tocaba el piano y llegó a dirigir la orquesta clásica de la ciudad de Baltimore. Tal vez por ser uno de los más inteligentes de estos freaks “clásicos”, también era uno de los más amargados. No le gustó demasiado su experiencia cinematográfica y tras Freaks apenas participaría en otros filmes, como Tarzan Escapes (La Fuga de Tarzán, 1936), disfrazado como una horrible criatura.
El nuevo auge que disfrutó Freaks provocó que una legión de fanáticos asediaran la casa natal donde Johnny y su hermano sobrevivían a duras penas, aunque a Johnny no le agradaba demasiado hablar de la película. Moriría el 5 de enero de 1991.
Prince Randian
Otro de los inolvidables actores de Freaks fue Prince Randian, conocido popularmente como “el torso viviente” o “el hombre oruga”. Nacido en la Guyana británica sin ninguna extremidad, el empresario circense P.T. Barnum lo llevó a Estados Unidos en 1889 y trabajaron juntos durante 45 años. Al parecer podía hablar varios idiomas como hindú, inglés y alemán, e intentaba que su discapacidad física no se sobrepusiera a su capacidad mental. Randian podía pintar, escribir y, como se ve en la película, enrollar y fumar sus propios cigarrillos sólo con su boca. También se casó y tuvo cinco hijos con los que vivió en Nueva Jersey hasta que falleció a finales de 1934.
Francesco Lentini
Francesco Lentini nació en 1899 en Sicilia con tres piernas, como resultado de una malformación de trillizos. Además de las tres extremidades, contaba con cuatro pies, dieciséis dedos en total y dos órganos sexuales completos.
Lentini no hubiera podido prescindir de ninguna de sus tres piernas porque las tres le permitían mantener el equilibrio. En sus actuaciones, podía correr y jugar al fútbol con su tercera pierna, y cuando nadaba, actuaba a modo de “timón”. Pero por su posición, nacía de la espina dorsal, la solía emplear también en su espectáculo a modo de «taburete».
Stephen Bilgraski, de origen ruso, fue más conocido como Lionel “el chico con cara de león». Exhibido por Barnum a principios del siglo XX, explicaba su aspecto debido al fuerte impacto emocional que recibió su madre embarazada presenció como el padre de Lionel era devorado por un león.
«Hombre lobo» también fue Jo-Jo, conocido a veces como «el chico con cara de perro», que también trabajaba en el circo Barnum y, al igual que Lionel, era de ascendencia rusa. Hablaba varios idiomas, sus modales eran refinados y poseía una gran inteligencia.
Pascal Piñón
Otro de los integrantes de Barnum fue el mexicano Pascual Piñón, cuyo caso fue dado a conocer en 1917. De su frente le nacía la protuberancia de una segunda cabeza más pequeña cuyo rostro al principio podía mover los ojos y la boca, aunque no emitía sonidos. Al parecer, con el tiempo, esta segunda cabeza se atrofió y quedó totalmente desprovista de expresividad.
Los microcefálicos, en inglés pinheads, «cabezas de alfiler», eran personas afectadas por una enfermedad que les imposibilitaba el crecimiento normal del cráneo, causándoles además retraso mental. En Freaks se puede ver a Zip y a Pip (en realidad Elvira y Jenny Lee Snow), que durante muchos años actuaron en el circo, y al más famoso de ellos, Schlitzie, nacido en Yucatán. Era un hombre, a pesar de que se le vestía como mujer al parecer para facilitar sus necesidades fisiológicas. Teniendo en cuenta su discapacidad, era bastante inteligente: podía cantar, bailaba un poco y contaba hasta una decena. Siempre estaba feliz y sonriente. Tenía afecto al director de la película, Tod Browning, a quién le imitaba el tono de voz. Al principio se le conoció como «Maggie, la última de los aztecas», pero luego le pusieron el nombre de una conocida marca de cervezas de la época. Aparecería también en una breve escena de Meet Boston Blackie (1941). Tras más de treinta años de exhibirla en ferias, falleció su representante y Schlitzie fue llevado a una institución donde le prestaron las atenciones que necesitaba, por lo que se volvió muy depresivo. Otro promotor canadiense convenció a las autoridades para que le dejaran a su cargo y le llevó de nuevo a las giras de ferias. Schlitzie fallecería en 1961, a los 80 años de edad, una edad muy inusual para un microcefálico.
Jane Barnell, conocida como Lady Olga o La mujer barbuda, nacida en Carolina del Norte en 1874, fue una mujer barbuda que trabajó para Barnum y también protagonizó Freaks, aunque luego renegaría de la película afirmando que era un insulto para todos los «fenómenos». Cuando tenía cuatro años su madre la entregó a un circo, aprovechando la ausencia del padre. Este intentó rescatarla pero el circo ya había partido a Europa con la niña, aunque no desistió y consiguió encontrarla en un orfelinato alemán al que había llegado por haber enfermado. El padre intentó que llevara una vida normal en su granja, incluso afeitándola el mismo, pero un vecino que había trabajado en el circo, la tentó con el mucho dinero que podría ganar exhibiendo su rareza y a los 21 años, Jane decidió abandonar su hogar y trabajar en el circo.
Martha Morris, la «beldad sin brazos», fue una mujer nacida sin brazos que podía comer, beber y hasta escribir con sus piernas. Al igual que ella, Frances O’Connor, la venus de Milo viviente, nacida en 1917, carecía de brazos y con sus pies bodía vestirse, comer y muchas otras actividades.
Josephine Joseph, mitad hombre-mitad mujer, austríaco/a, nunca se supo realmente si era hombre, mujer o verdadero hermafrodita.
Sobre Elizabeth Green, Koo-koo o «la mujer pájaro», existen dudas sobre su naturaleza anómala. Dicen que tal vez exagerara sus rasgos faciales para ingresar en el mundo del circo. Parecía no reaccionar ante los estímulos externos y era capaz de sentarse inmóvil durante horas en una silla. En Freaks se la recuerda por el baile que realiza encima de la mesa en la escena del banquete.
Pete Robinson
Pete Robinson, «el esqueleto viviente», pesaba menos de 30 kilos y actuó durante mucho tiempo en el circo Ringling. Se casó con Bunny Smith, «la mujer obesa», que pesaba unos 210 kilos.
Angelo Rossito fue un enano nacido en Nebraska al que pronto le atrajo el cine. Apareció en numerosas películas como The Beloved Rogue, While the City Sleeps, Seven Footprints of Satan, Freaks, The Sing of the Cross, A Midsummer Nights Dream, luego en otras de terror de bajo presupuesto como The Mesa of Lost Women, The Trip, Dracula vs. Frankestein, y al final de su carrera actuó en Mad Max III y The offspring. Rossito trabajó con los grandes del cine de terror como Boris Karloff, Bela Lugosi, Lon Chaney y Vincent Price, aunque se negaba a hablar de Freaks. Falleció en 1991.
Otros de los enanos de Freaks fueron dos hermanos liliputienses, los alemanes Harry y Daisy Earles. Harry apareció en la película de Todd Browning The Unholy Three. Tras estas películas, Harry hizo algunas giras con los circos más importantes, aunque aparecería también en Terror of Tiny Town, curioso western cuyos actores son todos enanos. Harry murió en 1985.
Joseph Merrick
Joseph Merrick, el hombre elefante, -inmortalizado en la película del mismo título realizada por David Lynch en 1980-, nació en 1862 en Leicester, en el seno de una familia convencional. A los dos años comenzó a presentar tumores bulbosos en la cara, que rápidamente se extendieron por todo su cuerpo inutilizándole la mano y el brazo derechos. Su madre murió de neumonía cuando Joseph tenía 11 años y quedó a merced de los empresarios circenses sin escrúpulos que le mantenían en condiciones infrahumanas, exhibiéndole como atracción de feria. De uno de esos circos ambulantes le rescataría Sir Frederick Treves, un cirujano del Royal London Hospital que le cobijó en ese sanatorio, en donde Joseph Merrick permaneció, -pasaba mucho tiempo en la biblioteca-, hasta su fallecimiento el 30 de enero de 1897, a los 28 años.
Myrtle Corbin, natural de Texas, tenía un cuerpo gemelo perfectamente desarrollado en su parte inferior, incluso en sus órganos sexuales y su órgano reproductor. Actuó como atracción de feria a principios del siglo XX, se casó y tuvo cuatro hijas y un niño. Según ella misma contaba, tres nacieron de un cuerpo y los dos restantes del otro.
Los Tocci Brothers, eran dos siameses italianos unidos más o menos por las costillas. Nunca pudieron llegar a andar, porque cada uno controlaba la pierna de su lado respectivo. A comienzos del siglo XX dejaron de exhibirse y se casaron con dos hermanas.
Bettie Lou Williams nació en 1932. Su peculiaridad era que llevaba dos piernas y medio torso que formaban parte de otro cuerpo que aun continuaba creciendo dentro de su abdomen. Los rayos X mostraron la cabeza de otro niño dentro del cuerpo de Betty. Aunque la mayoría de los casos que se han tratado son bastante antiguos, de vez en cuando salen a luz algunas historias escalofriantes, como la de las hijas del chófer de Laurenti Beria, el lugarteniente de Stalin. Masha y Dasha Krivoshliapova nacieron en 1950 unidas por la cadera y una tercera pierna común que les sería amputada años más tarde. Su proximidad al círculo de poder hizo que las autoridades las ocultaran y durante muchos años recorrieran hospitales, asilos, internados y diversos sanatorios donde recibieron un trato inhumano sometidas a numerosos experimentos. Con la caída de la Unión Soviética la sociedad rusa les conoció y una periodista británica escribió un libro sobre su vida que les reportaría grandes beneficios. Luego los artículos hirientes de la prensa de la nueva sociedad democrática, -en los que se hacía referencia a los orgasmos compartidos y su ajetreada sexualidad-, las deprimió mucho y agravaron su alcoholismo, por lo que decidieron volver a un asilo de ancianos.
Componían un caso sin igual en la teratología, la ciencia que estudia las malformaciones. Cada cerebro controlaba una pierna. Compaginaban sus biorritmos hasta el punto de compartir sueños o dolores. Si una se emborrachaba o comía demasiado, la otra podía tener resaca o pesadez. A pesar de ello tenían distintos caracteres: Dasha era tranquila y responsable mientras que Masha era ruda y díscola. “Bebemos porque comprendemos qué clase de monstruos somos”, declararon cuando la prensa se hizo eco de su adicción al alcohol. Murieron hace unos pocos años.
Las hermanas Lori y Reba Schappell son unas siamesas norteamericanas de 40 años que aseguran que ni se plantearían una operación que pudiera separarlas, aunque como sus cerebros comparten muchos vasos sanguíneos la intervención sería imposible. Están unidas por un lado de la cabeza y con sus rostros orientados en diferente sentido, por lo que nunca se han podido ver cara a cara, tan sólo a través de espejos.
Y aunque parezca mentira, en estos tiempos hay gente para todo, hasta para convertirse en un freak voluntariamente. Hay un fulano en Estados Unidos, no podía ser en otro lugar, que se ha empeñado en transmutarse en un reptil, para lo que se ha tatuado todo el cuerpo, (sólo le faltan 200 sesiones de una hora para ser del todo verde), se ha limado los dientes, se ha colocado implantes de teflon en la frente para simular cuernitos y por medio de la cirugía láser se ha bifurcado la lengua. Por si no le bastara, también se atraviesa la nariz, tiene piercings en todos los lugares, sin faltar los genitales, se prende fuego y come insectos crudos. Este cretino se hace llamar el hombre lagarto y suele exhibirse por encargo.
Vicky Lucas
Esa lagartija de pacotilla necesitaría mucha de la lucidez que mostraba hace unos años Vicky Lucas en una entrevista. Vicky es una chica inglesa que padece de querubismo, una extraña enfermedad genética que afecta a la mandíbula y los maxilares. Provoca pequeñas y múltiples roturas de los huesos que suponen un marcado agrandamiento del hueso. Así se produce un aumento del tamaño de los maxilares y de las mejillas, la mirada dirigida hacia arriba y la cara simétrica. Por supuesto ha sufrido mucho debido a su enorme mandíbula y unos no menos grandes y sobresalientes ojos azules. Eso hace que la gente la mire horrorizada, con lástima y conmiseración. Pero en palabras de la propia Vicky, “podría operarme y mejorar mi aspecto. Pero no quiero. Tengo derecho a tener esta cara.(…)El problema no está en mi cara, sino en la forma en la que la gente me mira, en los prejuicios que muestran hacia mí, en la discriminación con que me tratan.”
Y es que, esto lo digo yo, los verdaderos monstruos no son estos freaks que han pasado por aquí.
Sí, sí, el de Tejero, y el de Armada, y el de Milans del Bosch, y el de Torres Rojas, y el de Ibáñez Inglés… y el de todos y cada uno de los implicados en aquél falso golpe militar “a cargo de unos cuantos militares y guardias civiles nostálgicos del anterior régimen”, según la amañada versión oficial mantenida contra viento y marea todos estos años, y que, como la mayoría de ciudadanos españoles sabe a día de hoy (excepto, parece ser, los responsables de TVE y Antena 3), solo fue una chapucera y subterránea maniobra del propio rey Juan Carlos I para salvar su corona de las iras de los generales franquistas que preparaban contra reloj, para el 2 de mayo de ese mismo año 1981, su particular venganza contra él por “perjuro y traidor a los sagrados principios del Movimiento Nacional”.
Efectivamente, la mal llamada “intentona involucionista del 23-F” (como digo, una esperpéntica maniobra político-militar-institucional nacida y planificada en La Zarzuela) nunca tuvo nada de un verdadero golpe militar: los golpes militares no se inician jamás a las seis de la tarde; ni las fuerzas que intervienen en una de esas acciones ilegales van dando vivas al jefe del Estado contra el que están atentando; ni los tanques que utilizan las unidades rebeldes van completamente desarmados; ni los golpistas dejan libre en su palacio al primer mandatario del Estado para que pueda hablar por teléfono con todo el mundo y hasta salir en televisión (siete horas después, ojo) condenando su acción; ni los dirigentes de un golpe de Estado son tan estúpidos como para llamar por teléfono a la suprema autoridad de la nación, contra la que están actuando, para explicarle sus movimientos futuros y, menos aún, para obedecer sin rechistar sus órdenes; ni los carros de combate rebeldes respetan los semáforos en sus correrías urbanas; ni el jefe de los golpistas lleva en el bolsillo de su uniforme la lista completa de su futuro Gobierno formado, no por personajes de su entorno rebelde, sino por políticos pertenecientes a partidos del propio sistema contra el que está actuando ilegalmente…
Así que de golpe militar el 23 de febrero de 1981, nada de nada. Muchos españoles ya saben la verdad después de que algún que otro historiador militar (no miro a nadie) se haya pasado media vida investigando esta chapuza histórica para contársela después con pelos y señales a los crédulos ciudadanos de este país. Los que demuestran no estar por la labor, obviamente, son los supremos responsables de TVE y Antena 3 que, sin venir a cuento en este 28 aniversario de aquél triste evento y obedeciendo sin duda sutiles recomendaciones de La Zarzuela en un año ciertamente “horribilis” para su titular, se han sacado de la manga dos engendros televisivos o bodrios históricos (dos mejor que uno), masivamente publicitados, en los que han vuelto a incidir sobre la angelical tesis oficial: el rey Juan Carlos, en aquél recordado día, nos salvó a todos los españoles y a la democracia recién instaurada de los instintos criminales de unos cuantos golpistas sin escrúpulos. Unos golpistas ¡ojo! a los que él conocía muy bien pues hasta entonces habían sido sus validos, sus cortesanos, sus hombres de confianza, sus generales, sus confidentes… los planificadores de sus deseos, vamos.
Las dos cadenas de televisión, la estatal TVE que, como todo el mundo sabe, obedece perrunamente al Gobierno socialista (en la actualidad el único defensor a ultranza de la monarquía juancarlista) y Antena 3, propiedad del orondo marqués de Lara (muy amigo ¡como no! del monarca) rivalizaron entre ellas (coincidieron hasta en las fechas de emisión) en pretender divinizar nuevamente al “valiente” rey de todos los españoles, insultando con descaro la inteligencia de millones de televidentes al presentar en pantalla unos pretenciosos reportajes pseudo históricos, mal paridos, mal realizados, falsos y ridículos. Con unos generales “golpistas” (Milans, Armada…) que más parecían maestros armeros (con mi mayor respeto para estos modestos profesionales de las FAS) a punto de jubilarse, que autoritarios príncipes de la milicia con mando en plaza; y un general Sabino Fernández Campo descolocado, con aires melifluos de confesor regio.
De vergüenza ajena, amigos, esta obscena y nauseabunda operación de “rescate” real puesta en marcha por el poder (el gubernamental y el mediático) coincidiendo con la “emblemática” fecha del vigésimo octavo aniversario de la traición borbónica española a sus generales cortesanos. Un operativo mediático ideado, al margen de historiadores y expertos, para tratar de recomponer como sea la desprestigiada figura del rey Juan Carlos, un hombre ya caduco, en el otoño de su vida y de su reinado, acabado física y mentalmente, y que en los últimos años parece haber encontrado en los viajes y saraos fuera de España su razón de vivir. Y de reinar. Por cierto. ¿Hasta cuando vamos a permitir los ciudadanos de este bendito país que este presunto golpista institucional (lo de “presunto” es solo un bondadoso guiño al Estado de derecho) que los españoles tenemos en la jefatura del Estado, con título de rey por deseo testicular del dictador Franco, siga pegándose la gran vida a costa del erario público español (que alimentamos todos los contribuyentes) viajando a destajo por todo el ancho mundo en plan turista de alto standing, con el único objetivo (parece ser) de no aburrirse en su palacio de La Zarzuela una vez que sus genes hipersexuales borbónicos, jubilados por edad, ya no le permiten buscar con ahínco el placer carnal de antaño u otros más llevaderos como la caza de “mitrofanes” a 8.000 euros el ejemplar?
¿Pero es que puede ser de recibo en este país que el mismo día que muchos españoles ponemos el televisor para enterarnos por la pequeña pantalla del último dato negro de nuestra economía o de los terroríficos dígitos de la penúltima cifra de parados y víctimas de ERE,s asesinos, tengamos también que deleitarnos con la gordinflera imagen de nuestro monarca “corriéndose de gusto” (perdone el lector esta burda expresión coloquial) en la escalerilla del avión oficial ante las formaciones de soldados/majorettes de Trinidad-Tobago y Jamaica, rindiéndole honores vestidos de lagarterana? ¿Es que tan esencial era para la agonizante economía española estrechar lazos con estas dos grandes superpotencias?
Ya está bien, majestad, de tanto viaje gratis total y tanto sarao intercontinental. Si quiere turismo institucional, apúntese al Inserso como la mayoría de jubilados de este país. Y no siga jugando con fuego que el horno no está para bollos y aunque su puesto de “no trabajo” figure como indefinido (vitalicio, vamos), las crisis económicas son capaces de trastocar en muy poco tiempo las premisas políticas aparentemente más sólidas. Su abuelo Alfonso XIII ya tuvo puntual constancia de ello en el año 1931, después de que la gran depresión económica del año 1929 acabara por llevarlo en volandas al exilio de Roma. Por si acaso, y perdone majestad por este plebeyo consejo, sería muy conveniente que mientras dure la actual crisis reduzca sus salidas festivas al exterior. Y se dedique en cuerpo y alma a su trabajo abandonado de “moderador de las Instituciones”, que buena falta hace. No vaya a ser que en alguna de esas juergas que se monta por los cuatro puntos cardinales se encuentre, de pronto, con que no tiene billete de vuelta, debiendo quedarse en consecuencia para el resto de su vida…en Las Maldivas, por ejemplo. Que, desde luego, no debe ser ningún mal sitio para vivir.
El Dr. Fred Alan Wolf es un reputado físico, autor de once libros y mundialmente aclamado por su simplificación de la nueva física de un modo que integra los descubrimientos de ésta con las tradiciones espirituales del mundo y los estudios contemporáneos de la conciencia. Uno de sus títulos más conocidos es Taking the Quantum Leap («Dando el salto cuántico»), que ganó el prestigioso National Book Award (Premio Nacional del Libro) de Ciencia en 1982.
El Dr. Wolf obtuvo el doctorado en física teórica por la Universidad de California, en Los Ángeles, en 1963. Desde entonces, sus investigaciones lo han llevado desde discusiones privadas con el físico David Bohm a las misteriosas selvas de Perú; desde clases magistrales con el premio Nobel Richard Feynman a viajes chamánicos en los altos desiertos de México; desde un significativo encuentro con el físico Werner Heisenberg a las calientes brasas de una caminata sobre el fuego.
Excatedrático de física en la Universidad Estatal de San Diego, el Dr. Wolf ha enseñado también en la Universidad de Londres, la Universidad de París, el Instituto Hahn-Meitner de Física Nuclear, en Berlín, la Universidad Hebrea de Jerusalén, la Sociedad de Investigación Filosófica y el Instituto Holmes. Es miembro honorífico del Colegio de Eruditos Martin Luther King, Jr.
Actualmente el Dr. Wolf aparece en la curiosa película documental What the Bleep Do We Know?! («¿¡Y tú qué sabes!?»), y ha intervenido también en el programa de Discovery Channel «The Know Zone» y en otros muchos programas de televisión y de radio de los Estados Unidos y del extranjero. Da conferencias y clases por todo el mundo y vive en San Francisco. Sus últimos libros publicados en España son La mente en la materia y El yoga del viaje en el tiempo
El hombre lobo, revisitado por autores modernos, es el motivo de esta antología que, como casi todas, resulta algo dispar. En general, creo que no abunda la originalidad salvo, quizá, en el mejor relato del volumen, Loba menguante, de Pilar Pedraza, que sabe recrear una peculiar atmósfera barroca, de extraños seres y circo ambulante. Luego cabe destacar algo Guerrilla de Ismael Martínez Biurrún, situando a la bestia en la Guerra de la Independencia y a Bef con Homio homini lupus, mientras que José Angel Mañas hace un ejercicio de quiero y no puedo en su El regreso del hombre lobo. Por otra parte el libro está muy bien presentado, -una elegante edición de 451editores-, y el tipo de letra facilita la lectura.
El doctor Jones combina sus clases de arqueología en la Universidad, con una agotadora actividad aventurera por todo el mundo, en busca de piezas arqueológicas de valor. En 1936, Hitler pone a un poderoso equipo en busca del Arca de la Alianza, donde fueron guardadas las Tablas de la Ley que Dios entregó a Moisés en el Monte Sinaí. Indiana recibe el difícil encargo de adelantarse a los nazis y conseguir el Arca. Pero para cumplir su misión Indi deberá correr innumerables aventuras y sortear los más increíbles peligros.
Steven Spielberg recuperó con esta estupenda película el espíritu de las viejas series de aventuras que tanto le gustaban. Dió en el clavo con el personaje ideal, Indiana Jones (hay versiones sobre varios aventureros de carne y hueso que pudieron inspirar al director) , un aparentemente apocado arqueólogo en su papel de profesor universitario, que se transforma en todo un héroe aventurero, -y nada ortodoxo arqueólogo, la pala no es lo suyo desde luego-, sin que tema a nada ni a nadie….excepto las serpientes.
La película transcurre frenética en casi todo su metraje en el que Indiana Jones supera muchas complicaciones, peligros y, por supuesto, tiene tiempo para la seducción y rescate de damas, en variadas localizaciones como la jungla, en el desierto o en una base submarina de los nazis, sus principales antagonistas.
El sombrero que nunca pierde, el látigo y la música se han convertido en unos recordados iconos del cine contemporáneo.
El cañón de Chelly discurre por lo profundo de los lechos de piedra arenisca roja del noroeste de Arizona. La naturaleza ha erigido infinidad de espectaculares formas en las paredes de este cañón, donde en algunos refugios de poca altura los anasazis construyeron viviendas de múltiples plantas adheridas a las paredes rocosas. A algunos asentamientos sólo se podía acceder con la ayuda de escalas o de precarios puntos de apoyo para los pies tallados en la roca. Los anasazis también pintaron y tallaron imágenes de animales, figuras humanas, espirales y otros dibujos geométricos en las cuevas y en los refugios rocosos del cañón.
El pueblo anasazi se estableció en la región hace dos milenios y, a partir del 500 aprox., se desplazó de las aldeas dispersas a las moradas densamente pobladas de los peñascos. A pesar de que hacia 1200 su influencia se había difundido por el oeste, al cabo de un siglo abandonaron las viviendas del cañón y desaparecieron.
Peculiar y caótico trabajo que atraerá a los aficionados al tema de los extraterrestres y sus visitas a este planeta y de las conspiraciones varias, entre ellas o por decir con excesiva grandilocuencia , la madre de todas las conspiraciones: el contacto y pactos establecidos entre los diversos seres llegados de las estrellas y una reducida élite de dirigentes y principales del mundo, y toda la trama de ocultación montada por esas élites. Con una profusión de datos en ocasiones abrumadora, el autor indaga y revela informaciones inquietantes, -sobre todo si fueran reales-, sobre Roswell, bases secretas extraterrestres, el asesinato de Kennedy, tecnología secreta, contactos con entidades no humanas en el pasado y en la actualidad…. En resumen, aunque en su debe, a veces sea un tanto apresurado y delirante, otras poco riguroso en algunos aspectos como el Priorato de Sión, Colón, los helicópteros en los jeroglíficos egipcios o Palenque; se eche en falta una historia más acabada, como en el caso de Dan Sherman, del que se afirma que sus genes han sido modificados por los extraterrestres; o la ausencia de bibliografía, se puede afirmar que es un libro atractivo y curiosa su lectura.
Uno de los más importantes egiptólogos españoles, José Manuel Parra Ortiz, publica la segunda edición de esta Historia de las Pirámides, ampliada, revisada y ya convertida en obra de referencia. Es un divulgativo, sin escatimar rigor ni estudio exhaustivo que permite descubrir las claves de las fabulosas y características construcciones del país del Nilo. Mediante numerosas fotografías, planos e infografía el autor nos lleva a recorrer pasillos y cámaras que satisfarán la curiosidad de los interesados.