EL TERROR QUE VIENE DEL CIELO

Una gigantesca explosión atronó el pasado 8 de octubre los cielos de Indonesia. Un enorme estallido dejó su rastro en el cielo ante los ojos de millones de personas, provocando asombro y también temor. ¿Qué había sucedido? ¿Qué fue capaz de producir tamaño fenómeno celeste? El anómalo suceso, recogido por las cámaras de vídeo de las televisiones del país y emitido en sus informativos, tuvo pronto una explicación: una piedra caída del cielo había explotado a unos 20 km de altura. Una piedra no demasiado grande, por lo visto.

Los astrónomos Peter Brown y Elizabeth Silber, de la Universidad Western Ontario de Canadá, después de estudiar las ondas de infrasonidos producidas por la explosión y captadas por una red de detectores repartidos por todo el mundo para medir las explosiones nucleares, calcularon que el estallido había tenido una magnitud de unos 50 kilotones, equivalente a unas tres bombas atómicas como las que destruyeron Hiroshima y Nagasaki. Una gigantesca explosión originada, al parecer, por una relativamente pequeña piedra cósmica de apenas 10 m. Una de las muchas que se cruzan con la órbita de la Tierra y que en su inmensa mayoría están sin detectar ni clasificar.

Los científicos reconocieron que no habían podido ver con anterioridad ese pequeño asteroide, y que otros muchos como él podrían estar aguardando para cruzarse en nuestro camino. Si en lugar de los 10 m que tenía ese cuerpo hubiesen sido 20 o 30 m probablemente se habría desintegrado al entrar en la atmósfera y habría ocasionado una catástrofe de proporciones colosales si hubiese alcanzado alguna zona densamente poblada. Esta ha sido la mayor explosión provocada por un asteroide en la Tierra que ha sido registrada. Un suceso de estas características ocurre, según explican los científicos, con relativa frecuencia, con una periodicidad media de entre 2 y 12 años. Y puede llegar a ser devastador. Sin duda, un peligro al que hay que temer. O, al menos, eso es lo que nos dicen las autoridades.

La explosión de este asteroide se produce, casualmente claro, en el momento en el que el Gobierno de Estados Unidos está debatiendo la forma de hacer frente a estos peligrosos cuerpos planetarios. Una amenaza que viene del espacio y que se podría evitar con un avanzado y sofisticado sistema de detección, una red planetaria de observación capaz de descubrir con la suficiente antelación la presencia de uno de estos asteroides. Un peligro que, tal y como nos recuerdan constantemente, acabó con la vida de los dinosaurios. El riesgo de un devastador impacto meteórico es bien cierto, como atestiguan en nuestro planeta los restos encontrados de cráteres de meteoritos. En la zona del Yucatán se han localizado las señales del impacto de un gran asteroide o cometa, de 10 km de largo, que hasta ahora se creía el responsable de la extinción de los dinosaurios, un mérito que, sin embargo, según los últimos estudios, podría corresponder a otro asteroide que impactó en la zona de la actual India poco después, y que al parecer era mucho mayor: 40 km. Todavía están recientes en la memoria noticias como el impacto en Júpiter de un gran cuerpo, un asteroide o cometa, que fue detectado en primer lugar el pasado mes de julio de 2009 por un astrónomo aficionado. Este observó la inmensa turbulencia que presentaba una región cercana al polo sur del planeta, de unos 5.000 km. O el anuncio del paso cercano del asteroide Apophis, que en 2029 y 2036 transitará muy cerca de la Tierra, con el riesgo de que el acercamiento pueda alterar su órbita y provocar en el futuro una trayectoria de impacto contra nuestro planeta.

En cualquier caso, el mayor peligro de colisión que tiene la Tierra es con alguno de los asteroides cercanos, de los que se conocen en torno a un millar, pero de los que se estima que debe haber decenas de miles, con diámetros comprendidos entre 1 m y 2 km. En 1989 el paso cercano del asteroide Asclepio, de 300 m de diámetro, pudo haber provocado una catástrofe de proporciones nunca antes vistas, pues cruzó la órbita terrestre por un lugar por el que había pasado la Tierra solo seis horas antes. Un poco de mala suerte habría servido en directo una catástrofe global sobre el planeta. El riesgo de impacto de uno de estos cuerpos planetarios existe, pero, desde luego, no parece ser tan inmediato, o inquietante, como nos quieren hacer ver los promotores de los diversos programas de detección de asteroides cercanos, coordinados con el sugerente nombre de Guardia Espacial. Se estima que el impacto contra un asteroide de unos 5 km de diámetro ocurre de media una vez cada 10 millones de años, aumentando la frecuencia a medida que disminuye el tamaño del asteroide o cometa.

La amenaza también puede proceder de otros fenómenos naturales, como la explosión de un supervolcán. El gigantesco volcán de Yellowstone, en Estados Unidos, o el de Coba, en Indonesia, podrían provocar una catástrofe planetaria si entran de nuevo en erupción, cambiando el clima del planeta al dar lugar a un período de enfriamiento causado por las cenizas lanzadas a la atmósfera. Otro volcán que puede suponer una gran amenaza es el de la isla de la Palma. El riesgo de que una erupción provoque el deslizamiento hacia el mar de media isla, que está en equilibrio precario, mantiene alerta a millones de personas en Europa, África y América, que podrían sucumbir bajo las olas del tsunami que generaría el gigantesco deslizamiento de tierras.

MIGUEL SEGUÍ

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