EL MISTERIO DE LA TIERRA DE MARIE BYRD

La Antártida, el continente más meridional del mundo, de una extensión aproximada de 14 millones de kilómetros cuadrados, no pertenece oficialmente a ningún país.
Aunque desde la antigüedad se había supuesto la existencia de esta masa continental, la Antártida fue avistada por primera vez apenas el 27 de enero de 1820 por el oficial de la Marina imperial rusa Fabián Gottlieb von Bellingshausen.
El primer hombre que puso un pie allí fue el anglo-estadounidense John Davis, el 7 de febrero de 1821.
Durante el siglo XIX hubo algunas otras expediciones en las costas antárticas, como la guiada por el capitán James Clark Ross (1839-1843), quien cartografió buena parte de la costa del continente.
No obstante, fue sólo a principios del siglo XX que el noruego Roald Amundsen exploró su interior, llegando al Polo Sur el 14 de diciembre de 1911.
Sin embargo, por veinte años más la Antártida siguió siendo una tierra misteriosa, casi inaccesible, muy difícil de explorar, puesto que era sumamente peligroso tan sólo llegar a sus costas con un velero, a causa de la presencia constante de hielos.
Un progreso significativo en la historia de la exploración de la Antártida fue efectuado por el almirante estadounidense Richard Evelyn Byrd.
El explorador comenzó su expedición (la cual fue financiada, en gran parte, por John D. Rockefeller), en 1928, dirigiendo una flota de tres aeroplanos y dos barcos.
La base de Richard Byrd, llamada “Little America”, estaba situada en la barrera de Ross, una extensa zona helada del Mar de Ross llamada en inglés Ross Ice Shelf. Al año siguiente, Richard Byrd fue el primer hombre que voló sobre el Polo Sur (28 de noviembre de 1929, con un Ford Trimotor).
Durante esta primera expedición antártica (1928-1930), el aviador estadounidense llevó a cabo algunos vuelos de exploración en la tierra situada al este de la barrera de Ross, descubriendo algunas montañas, llamadas luego Rockefeller Mountains. Aquella zona fue llamada Tierra de Marie Byrd, del nombre de su esposa.
Richard Byrd regresó a la Antártida en 1933 para completar la exploración de la Tierra de Marie Byrd. Pasó cinco meses en absoluta soledad en un campo meteorológico y fue salvado después por un grupo de tres hombres. Esta aventura fue descrita luego en su autobiografía Alone (Solo).
Durante esta segunda expedición el explorador Paul Siple avanzó por tierra hasta las Fosdick Mountains y en algunos vuelos de exploración descubrió la costa de Ruppert (75 S – 141 W).
La tercera expedición antártica realizada por Richard Byrd comenzó en 1939. Bajo orden del presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, los 125 hombres que tomaron parte en ella tenían la misión de establecer dos bases en la Antártida: una en Charcot Island, y otra en las cercanías de Little America (68° 29′ S, 163° 57′ W).
En efecto, es extraño el interés que los Estados Unidos mostraron por el continente de hielo justo en los umbrales de la Segunda Guerra Mundial, cuando la potencia nazista estaba creciendo y representaba cada vez más una amenaza en Europa.
Durante algunos vuelos de exploración en la Tierra de Marie Byrd se descubrió una cadena montañosa volcánica llamada Executive Committee, cuyo mayor volcán es el Monte Sidley (4285 m.s.n.m.), el más alto de la Antártida, el cual ya había sido, sin embargo, descubierto por Richard Byrd en 1934.
Mientras la exploración del continente de hielo proseguía, ya algunos países habían reclamado varios territorios antárticos proclamando unilateralmente su soberanía.
El primero que lo hizo fue el Reino Unido en 1908. El área que fue reclamada como suya fue la tierra al sur de los 50 grados Sur de latitud, comprendida entre los 20 y 80 grados oeste de longitud, de una extensión total de más de 1.700.000 kilómetros cuadrados.
En 1923, el dirigente general de Nueva Zelanda (representante del soberano que en ese entonces, como todavía hoy, era el rey de Inglaterra) fue nombrado gobernador del Mar de Ross, la zona de banquisa helada ya mencionada, que se extiende de la longitud 160 este hasta la longitud 150 oeste (por debajo del paralelo 60), con una extensión total de 450.000 kilómetros cuadrados.
En 1924, también Francia reclamó la soberanía sobre una porción de la Antártida, basándose en los descubrimientos del francés Jules Dumont D’Urville en 1840. La tierra solicitada, que se bautizó “Adelia”, tenía unos 432.000 kilómetros cuadrados de extensión.
En 1933, el Reino Unido siguió apresurándose a declarar la soberanía sobre otras tierras antárticas. Esta vez lo hizo por medio de Australia, país cuyo presidente, en ese entonces, y aún hoy, era el soberano de Inglaterra.
Se declaró, pues, la soberanía sobre una inmensa área: de la longitud 45 a la 160 este (excepto la tierra Adelia) y por debajo del paralelo sesenta, para una extensión aproximada de 5.896.500 kilómetros cuadrados.
Por tanto, el Reino Unido, ya antes de la Segunda Guerra Mundial, había declarado su soberanía sobre unos 8 millones de kilómetros cuadrados de tierras antárticas, correspondientes, más o menos, al 57 % del continente.
En diciembre de 1938, Alemania nazista declaró su soberanía sobre Nueva Suabia, área de 600.000 kilómetros cuadrados comprendida entre la longitud 20 Este y la 10 Oeste. Esta reivindicación territorial fue ignorada, principalmente porque Alemania nazista no pertenecía a la Sociedad de las Naciones y también porque, después de pocos meses, el territorio de Nueva Suabia fue reclamado por Noruega junto a otras grandes tierras, para un total de 2.500.000 kilómetros cuadrados.
En efecto, este país europeo, luego de las exploraciones del aviador Hjalmar Riiser-Larsen (1930), declaró su soberanía sobre el área que bautizó Tierra de la Reina Maud, en 1939.
Cabe notar que Noruega había ya requerido, en 1929, la soberanía sobre la isla Pietro I (243 kilómetros cuadrados), situada en el Mar de Bellingshausen.
En 1940, Chile declaró la soberanía sobre la porción de Antártida comprendida entre la longitud 53 y 90 Oeste, y tres años después, Argentina lo hizo sobre la zona comprendida entre la longitud 25 y 74 Oeste.
Se evidencia entonces que las tierras reclamadas por los dos países suramericanos coinciden en parte con las tierras reivindicadas por el Reino Unido.
Por consiguiente, a finales del segundo conflicto mundial, siete naciones soberanas (Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Francia, Noruega, Chile y Argentina) reivindicaron su soberanía sobre otras tantas áreas de la Antártida.
Sólo un área, la Tierra de Marie Byrd, de aproximadamente 1.600.000 kilómetros cuadrados (el 11% de todo el continente) de extensión, no fue reclamada por ningún país soberano y todavía en el 2010 es, a efectos prácticos, tierra de nadie desde el punto de vista jurídico.
En realidad, los Estados Unidos, ya desde el fin de la segunda guerra mundial, demostraron tener el control militar sobre la Antártida.
En agosto de 1946 se desarrolló la operación Highjump, dirigida por el almirante Richard Byrd, la cual tenía por meta oficial la consolidación de la operatividad estadounidense en vastas zonas del continente antártico.
La operación Highjump terminó de manera precipitada en febrero de 1947, seis meses antes de lo previsto. El mismo Richard Byrd, durante una entrevista que concedió a la agencia de información International News Sevice en el barco USS Mount Olimpus, que fue publicada posteriormente el 5 de marzo de 1947 en el periódico chileno El Mercurio, declaró que los Estados Unidos tendrían que mantenerse en un estado de “alerta continua” para afrontar a la posibilidad de un ataque hostil proveniente de ambos polos.
Según algunas teorías, no confirmadas oficialmente, los nazistas habrían construido algunas bases subterráneas en la tierra de Nueva Suabia, por ejemplo, la base denominada “211”. En su controvertida entrevista, ¿se refería Richard Byrd a una potencial amenaza nazista o incluso a una supuesta invasión extraterrestre?
En todo caso, la teoría de que la operación Highjump tenía el fin de desmantelar bases nazistas en Nueva Suabia no coincide con el destino efectivo de la flota de 13 barcos pertenecientes al convoy principal, el cual llegó a la Bahía de las Ballenas, en la dependencia de Ross, el 15 de enero de 1947, en una zona extremadamente lejana de la ex Nueva Suabia.
Los Estados Unidos confirmaron luego su control militar en la Antártida en 1955, cuando lanzaron la operación Deep Freeze.
Este despliegue de fuerzas, en el cual participaron al menos 7 naves militares, se desarrolló principalmente en la Tierra de Marie Byrd, donde los Estados Unidos construyeron también una base denominada Byrd (80 Sur, 120 Oeste).
A partir de 1957, el científico estadounidense Charles Bentley exploró la zona circunstante a la base de Byrd, particularmente la cadena montañosa volcánica Executive Committee y las Sentinel Mountains.
También en 1960 la presencia militar estadounidense se mantuvo cuando la USS Glacier exploró la costa de la Tierra de Marie Byrd denominada Eight Coast.
Asimismo, en el período de 1965 a 1995, los Estados Unidos condujeron varias expediciones de exploración en la Tierra de Marie Byrd, por ejemplo el WAVE Project (West Antartic Volcano Exploration) o el SPRITE Project (South Pacific Rim International Tectonic Exploration).
A partir de 1998, los Estados Unidos utilizaron varias bases no permanentes en la Tierra de Marie Byrd: Ford Ranges (1998-1999), Thwaites (2004-2005) y WAIS Divide (2006).
Es evidente, entonces, que los Estados Unidos, además de haber sido los primeros en explorar la Tierra de Marie Byrd, la controlan militarmente.
¿Por qué no efectuaron nunca un reclamo específico para obtener su soberanía?
En 1959, los países interesados en la Antártida se reunieron en Washington (USA) para decidir la suerte futura del continente más meridional del mundo, sellando las bases del Tratado Antártico.
Además de los siete países que oficialmente ya habían reivindicado su soberanía en la Antártida (Reino Unido, Noruega, Nueva Zelanda, Australia, Chile, Argentina y Francia) estaban también Bélgica, Japón, Suráfrica, Estados Unidos y la Unión Soviética.
Aparte de ratificar que el continente debe permanecer libre de actividades militares, se estableció no sólo que los reclamos territoriales efectuados hasta 1959 no son reconocidos a nivel internacional, sino también que ulteriores reivindicaciones serán suspendidas, mas no prohibidas.
En todo caso, otros siete países, a saber, Brasil, España, Perú, Estados Unidos, Suráfrica y Rusia, se reservaron el derecho futuro de reclamar la soberanía sobre otras porciones de la Antártida.
En 1983, aún en el ámbito del Tratado Antártico, se iniciaron negociaciones para regular la explotación minera en el continente.
Aunque en 1988 los países que firmaron el Tratado Antártico llegaron a un convenio para regular la explotación minera del continente, Francia y Australia anunciaron que no ratificarían el acuerdo.
En los últimos años se ha visto proliferar bases científicas en la Antártida. Actualmente hay 67 bases pertenecientes a 30 países. En teoría, como las reivindicaciones territoriales no son reconocidas internacionalmente, cualquier país o entidad del planeta puede establecer una base en cualquier lugar de la Antártida sin ningún aparente control sobre las actividades que se lleven a cabo.
¿Cuál puede ser el futuro de un continente que oficialmente no pertenece a ningún país pero donde cualquier país o entidad puede establecer bases pudiendo ocultar fácilmente los resultados de sus estudios científicos?
Las incógnitas son muchas, pero una de las más grandes la constituye el misterio de la Tierra de Marie Byrd. ¿Por qué ningún país reclamó nunca la soberanía sobre ella?

YURI LEVERATTO