LAS TORRES GEMELAS NO CAYERON POR EL IMPACTO DE LOS AVIONES

Entrevista con el químico Niels Harrit, coautor de un trabajo científico en el que se revela el uso de un explosivo militar en los restos del WTC

 «El derrumbe de los tres rascacielos del World Trade Center no fue causado por el impacto de los dos aviones» 

El derrumbe de los tres rascacielos del World Trade Center fue una obra maestra de la demolición controlada. Ésta es la conclusión a la que llegan el Doctor Niels Harrit y otros nueve científicos en el artículo «Material Termítico descubierto en los restos del World Trade Center», publicado el pasado año en una revista especializada. Tras analizar muestras de los escombros del World Trade Center, descubrieron unas partículas de color rojo y gris que podrían ser nanotermita sin reaccionar, un explosivo de uso militar. Niels Harrit, profesor en la Univesidad de Copenhage, se declara ante todo científico y se desmarca de las llamadas teorías de la conspiración. Harrit, no especula sobre quién colocó ese material allí, con su trabajo reivindica que se lleve a cabo una investigación independiente y exhaustiva de la tragedia del 11-S. Para este doctor en química, los informes oficiales realizados por el Instituto de Estándares y Tecnología -una agencia federal- omiten una explicación científica del colapso de los tres edificios. Los atentados del 11-S siempre se asocian con las Torres Gemelas, sin embargo hubo un tercer rascacielos, el World Trade Center Seven, que se desplomó horas más tarde y del que nadie suele acordarse. Según los informes oficiales este rascacielos con estructura de acero se vino abajo a causa del fuego. Sin embargo para Harrit, esta explicación sería improbable ya que el edificio se derrumbó en perfecta caída libre, sin dañar ninguna construcción contigua, dejando los escombros ordenadamente apilados, siguiendo en definitiva el patrón de una demolición controlada que llevaría meses preparar y que no puede surgir espontáneamente. Cabe mencionar que la BBC retransmitió en riguroso directo que el edificio se había derrumbado cuando aún estaba en pie. Con veinte minutos de antelación, se informa de este hecho dando paso a la corresponsal en Nueva York quien, a pesar de tener a su espalda el rascacielos, en su crónica señala que el WTC7 se había desplomado. La BBC en un comunicado fechado en 2007 reconoció los hechos aclarando que se había tratado de un error y que no disponían de información previa al respecto. Aunque han transcurrido varios años, la discusión sobre qué ocurrió aquel 11-S -día en que EEUU inició su particular guerra global contra el terror- sigue viva en innumerables blogs, sitios web y medios de comunicación en Internet. Niels Holger Harrit es doctor en Fotoquímica por la Universidad de Copenhage y fue investigador post-doctoral en la Universidad de Columbia, Nueva York. Actualmente es profesor de Química en la Universidad de Copenhage y miembro senior del Centro de Excelencia para el Estudio de las Moléculas en la misma universidad. El Dr. Harrit imparte clases de química orgánica, fotoquímica y fotofísica. Sus trabajos han aparecido en las principales publicaciones científicas sobre química del mundo. Ésta es su primera entrevista para un medio en español.

¿Por qué un grupo de nueve científicos en Dinamarca decide llevar a cabo una investigación de los escombros del World Trade Center durante 18 meses?

Hay cierta confusión en este punto. Siete de los nueve autores del artículo sobre la nanotermita son norteamericanos, uno es australiano y otro danés. Además, todos los datos de nuestro trabajo fueron recogidos en Estados Unidos

¿Tienen todos ustedes el mismo perfil profesional y académico?

El perfil académico de mis compañeros no lo he comprobado, le sugiero que les pregunte a ellos directamente. Pero no importa, todos han demostrado ser grandes científicos y experimentalistas.

¿Qué le movió a unirse a este grupo de trabajo?

Me involucré con el grupo cuando Kevin Ryans me mencionó en su artículo «Anomalías medioambientales en el World Trade Center: la evidencia de los materiales energéticos» publicado en The Environmentalist. En aquel momento Steven Jones ya había descubierto unas partículas rojas y grises que podían ser nanotermita.

¿Cómo consiguieron las muestras?

Las muestras fueron aportadas por ciudadanos particulares. Todo el proceso de obtención está explicado con detalle en nuestra publicación.

¿Cómo explicaría a una audiencia no científica lo que descubrieron entre los restos del World Trade Center?

La nanotermita es un material energético. Cuando reacciona, su energía se libera bien como calor o bien como presión, depende de los ingredientes y la forma de preparación de la nanotermita. Si la energía se expande como calor, estaríamos ante una bomba incendiaria. Si la energía se expande como presión, podemos llamarlo artefacto explosivo. No hay duda de que ambos se usaron en la demolición del World Trade Center aunque no sabemos qué rol exacto jugó la nanotermita.

¿Para qué se usa la nanotermita? ¿Se puede encontrar fácilmente en el mercado?

La nanotermita no se puede encontrar en el mercado porque no tiene un «uso normal», está reservada para uso militar.

¿Podría haber alguna teoría que explicase la presencia previa de la nanotermita en el WTC?

No, la nanotermita no debía haber estado allí, por eso demandamos que se realice una investigación independiente. Así quizá obtengamos alguna explicación por parte de quienes colocaron ese material allí.

¿Qué pudo haber causado el colapso de las Torres Gemelas, según las nuevas evidencias de su artículo?

Nuestro trabajo es simplemente una nota a pie de página. Las evidencias que demuestran el empleo de nanotermita y el que se tratara de una demolición controlada ya eran irrefutables antes de que comenzara nuestra investigación.

¿Y qué papel desempeñaron los dos aviones?

El derrumbe de los tres rascacielos del WTC no fue causado por el impacto de los dos aviones. Sin embargo se usaron métodos diferentes para la demolición de las Torres Gemelas y para el tercer rascacielos.

¿Cómo valora entonces la versión oficial de los hechos?

Los informes del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST: The National Institute of Standars and Technology) son un intento fracasado de encubrir un hecho delictivo y por tanto un crimen. Cientos de científicos han contribuido, unos más y otros menos, al descubrimiento de un gran número de evidencias que contradicen las versiones oficiales. Y, por cierto, el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología no ha proporcionado ninguna teoría que explique por qué se derrumbaron las torres, sencillamente lo omite en sus informes.

¿Cree que el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología reconocería algún error como sí lo hizo la BBC cuando retransmitió en directo (con 20 minutos de antelación) que el tercer rascacielos se estaba cayendo mientras aún permanecía en pie?

No, o al menos, no antes de que se inicie un proceso judicial. No sabía que la BBC hubiera reconocido su error pero no pueden negar que así sucedió.

¿Teme que se le critique o que se le malinterprete de algún modo?

En absoluto, mi reputación no me preocupa, salvo en lo que pueda afectar al movimiento global por la verdad y a la gente estupenda que lo apoya. Todos los «9/11 truthers» actúan movidos por una honesta motivación, un impulso interior que les dice que esto es importante y que deben hacer algo. Nadie actúa en beneficio propio. El 11-S me cogió en la Universidad de Copenhage con una educación que me permitía analizar e interpretar los informes técnicos oficiales. Era una cuestión de compromiso para mí informar sobre ellos. Tengo que reconocer que he adquirido cierta visibilidad o cierto «status» entre la gente del movimiento por la verdad del 11-S, pero no porque lo haya buscado sino porque me uní a un grupo de científicos entre los que estaba Steven E. Jones. Este status me impone una responsabilidad. Lo que me preocupa es defraudar a toda esta gente y a las generaciones futuras. Sólo me preocupa la verdad.

¿Y no cree que le pueden asociar con las teorías de la conspiración?

Soy enemigo de las teorías de la conspiración. Estoy en contra de la teoría oficial de la conspiración.

Su trabajo no debe de haber sido bien acogido en la prensa convencional ni entre el «stablishment». ¿Qué diría a aquellos lectores que no darán crédito a ninguna otra versión que no sea la oficial?

Que se llevarán una dolorosa sorpresa. Sólo hay una teoría de la conspiración y es la de Osama Bin Laden y los 19 secuestradores. Si alguien se la cree, pregúntele por qué. No hay ninguna prueba de que sea cierta, sin embargo tenemos 100 razones para contradecirla. Nuestro descubrimiento de la nanotermita es sólo una de ellas.

CARLOS MARTÍN TORNERO   El Impulso

Rebelión

Fuente: http://elimpulso.es/cmd=displaystory&story_id=10351&format=html

PRUEBA PERICIAL SOBRE LA CATÁSTROFE DEL WORLD TRADE CENTER DEL 11-S

En la revista The Open Chemical Physics Journal, 2009, 2, se ha publicado en abril de este año un artículo titulado: “Active Thermitic Material Discovered in Dust from the 9/11 World Trade Center Castastrophe” (algo así como: “Material de thermita activa descubierto en el polvo de la catástrofe del WTC del 11-S”), que se puede leer en: http://investigar11s.blogspot.com/2009/04/material-de-thermita-activa-descubierto.html . En él se explica que, tras un año y medio de investigaciones en el laboratorio, se han encontrado partículas de un explosivo llamado “nano-thermite” en cuatro muestras del polvo generado por el hundimiento de los edificios del World Trade Center, recogidas en cuatro puntos diferentes de Manhattan justo después de los atentados. El artículo va acompañado de fotografías de las partículas de los explosivos, algunas de las cuales son de un milímetro de tamaño y, por tanto, observables a simple vista. El trabajo está firmado por un equipo de nueve científicos dirigidos por Niels H. Harrit., profesor del Departamento de Química de la Universidad de Copenhague. Su publicación causó un gran revuelo en Dinamarca, hasta el punto que la televisión danesa se hizo eco de la noticia y Niels H. Harrit fue entrevistado en el telediario en horario de máxima audiencia (ver http://investigar11s.blogspot.com/2009/04/television-danes-habla-sobre-los-nano.html .). Por otra parte, el artículo fue entregado en mano a Joe Biden, actual vicepresidente de los EE.UU., por un activista estadounidense del grupo We Are Change en un acto público celebrado en Los Ángeles el quince de mayo pasado. La entrega se puede ver en http://investigar11s.blogspot.com/2009/04/joe-biden-corre-de-las-cameras.html .
El resultado de esta investigación supone una bofetada monumental al informe del gubernamental NIST (Instituto Nacional sobre Estándares y Tecnología) que atribuyó el hundimiento de las tres torres del WTC al efecto combinado del impacto de los aviones y los incendios consiguientes. Hablando en términos jurídicos, constituye una verdadera prueba pericial que echa por tierra un aspecto central de la versión oficial del 11-S y hace más creíble la hipótesis, apuntada ya por los testimonios de centenares de personas que afirmaron haber oído y/o padecidos explosiones antes y mientras se hundían los edificios, según la cual los tres rascacielos (Torre Norte, Torre Sur y Edificio 7) fueron destruidos mediante una demolición controlada, una acción que no se improvisa de un día para el otro: se prepara con semanas o meses de antelación y requiere de la intervención concertada, consciente o inconsciente, de decenas de personas, así como de un fácil acceso a los edificios. ¿Pudo Al Qaeda ejecutar una operación de esa magnitud? Más bien parece fuera del alcance de una organización que supuestamente se movía en la clandestinidad en el país más vigilado del mundo. El hallazgo de restos de explosivos entre los desechos del WTC apunta en otra dirección y exige plantearse algunas cuestiones incómodas.

Los historiadores de dentro de cincuenta años, cuando analicen la política occidental de la primera década del siglo XXI, deberán optar, como mínimo, entre tres líneas de interpretación.

La primera coincidiría con la defendida hasta ahora por todos los gobiernos occidentales. De acuerdo con ella, las agresiones, las guerras, las invasiones y las ocupaciones emprendidas por los EE.UU y sus aliados a partir de 2001 –al igual que los drásticos recortes de derechos y libertades- se explicarían como una reacción a los atentados del 11 de septiembre, esto es, a lo que se presenta como la peor agresión padecida por la superpotencia en toda su historia. Esta interpretación, sin embargo, debe salvar el escollo insuperable de las burdas mentiras sobre la supuesta relación entre Sadam Hussein y Al Qaeda con las que se intentó justificar la invasión de Iraq. Esas mentiras muestran bien a las claras la intención manipuladora de la opinión pública e impiden presentar la invasión de Iraq como una reacción al 11-S. Y por el testimonio de Richard Clarke, asesor por entonces de Bush en materia de terrorismo, sabemos que los planes de ataque a Iraq se comenzaron a discutir el 12 de septiembre de 2001 sin disponer de una sola prueba que fundamentase el supuesto vínculo entre Iraq y los atentados (ver R. Clarke, Contra todos los enemigos, Taurus, Madrid, 2002, págs. 50-55).

La segunda línea de interpretación, sin cuestionar la versión oficial sobre la autoría del 11-S, optaría por presentar lo ocurrido como una reacción al ataque terrorista, pero combinada con la aplicación de una agenda política decidida con anterioridad que respondería a otras motivaciones. En esta visión, el gobierno de Bush II habría instrumentalizado la conmoción colectiva para alcanzar objetivos geoestratégicos y de seguridad energética que nada tenían que ver con el 11-S. El problema que debe resolver esta interpretación es encajar en ella la escasa preocupación por la seguridad nacional que mostró el gobierno de Bush después de haber padecido una agresión tan brutal. En vez de plantearse en serio la protección de su país, Bush adoptó decisiones muy “caras” y arriesgadas en términos económicos y políticos que poco o nada tenían que ver con ese fin, como significativamente la invasión y ocupación de Iraq, las amenazas a Irán o el apoyo incondicional al Estado de Israel, el cual ha aprovechado la oleada “antiterrorista” para radicalizar sus políticas etnocidas contra los palestinos.

La tercera, estando de acuerdo con parte del razonamiento anterior, iría más lejos y hablaría abiertamente de una serie de decisiones tomadas después de un golpe de estado encubierto, tan encubierto que pasó desapercibido a las poblaciones y a gran parte de los intelectuales y creadores de opinión occidentales, los cuales habrían protagonizado un ridículo espantoso: se perpetra un golpe de estado ante sus propias narices y ellos ni se enteran o son tan conformistas que ni siquiera se atreven a llamar a las cosas por su nombre. El golpe, que habría dado paso a un régimen político abiertamente autoritario, se habría implementado en dos actos: el primero, mediante el acceso al poder de la camarilla neoconservadora gracias a unas elecciones tan fraudulentas que al final tuvo que ser el Tribunal Supremo quien nombrase presidente a Bush, convirtiéndole así en el primer presidente no electo de los EE.UU. El segundo se habría producido en los días posteriores a los atentados mediante la declaración de la “guerra contra el terrorismo”, el estado de emergencia y la promulgación de la Patriot Act, siendo el 11-S un acto decisivo para generar la legitimación social e institucional necesaria con la que poder aprobar y aplicar dichas decisiones.

De las tres, ésta última es la más coherente, pero debe afrontar sin embargo dos grandes problemas. El primero, señalar los hechos y pruebas que fundamenten la afirmación de que el 11-S no fue una agresión externa, sino un acto criminal realizado por determinadas redes estatales y/o paraestatales al servicio de los golpistas. La investigación de Niels H. Harrit y sus colegas es una aportación notable en ese sentido. Debería abrir los ojos a todos aquellos que se comportan ante este asunto como las personas a quienes se diagnostica una enfermedad grave y se niegan a aceptar su condición de personas enfermas. El segundo, hacer frente al ambiente inquisitorial que demoniza todo cuestionamiento de la versión oficial del 11-S con el latigazo verbal de “teoría conspiranoica”, con el que hasta ahora se ha conseguido amedrentar a la mayor parte de los intelectuales y periodistas críticos con el poder. Es tal el ambiente inquisitorial que rodea al tratamiento informativo del 11-S, que el artículo del que se hablaba más arriba no ha merecido ni una sola línea en ningún gran medio de comunicación, cuando está claro que se trata de una noticia de primera página.

La investigación dirigida por Niels H. Harrit no permite acusar a nadie en concreto como el responsable verdadero del 11-S, pero sí es un argumento poderoso para sostener, como ha dicho el filósofo estadounidense David Ray Griffin, que la única verdad que podemos afirmar ahora sobre el 11-S es que la versión oficial sobre su autoría es mentira. De ahí la necesidad urgente de que se abra una nueva investigación sobre unos acontecimientos que sin duda cambiaron el mundo y que todavía hoy se invocan para intentar justificar lo injustificable, como el envío de más soldados españoles a la guerra de Afganistán. Más de 40.000 ciudadanos de Nueva York han firmado una petición en ese sentido (ver http://www.nycan.org/index.php) Merecen el apoyo entusiasta de los demócratas del mundo entero.

 JOSÉ LUIS GORDILLO Mientras tanto

Recogido de Rebelión